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Los pedidos para que Patricia Bullrich haga algo «urgente»: ¿Puede ganar Javier Milei en primera vuelta?

—¿A quién votarías en un balotaje?

La pregunta comienza a recorrer los estudios de televisión. Es un juego. Inofensivo, en apariencia, pero puede transformarse en una trampa cuando el que responde es un político con poder. Lo sufrió Omar Perotti, el gobernador de Santa Fe, cuando le plantearon la opción: ¿Patricia Bullrich o Javier Milei? Fue la primera vez que un dirigente peronista de peso se jugó a favor del libertario. La definición lo metió en un brete. En el comando de campaña de Sergio Ma-ssa se activaron los sensores. Perotti gobierna el tercer distrito más importante del país en cantidad de electores. Debió asistir a otro programa para aclarar que su apuesta verdadera es por el ministro de Economía.

No dijo algo distinto Maximiliano Pullaro, el mandatario electo que reemplazará a Perotti en nombre de Juntos por el Cambio. Confió que, si la alternativa fuera Massa o Milei, él también se inclinaría por el líder de La Libertad Avanza porque el kirchnerismo “es lo peor que nos puede pasar”. No pareció reparar en el daño que la declaración podía hacerle a Bullrich.

El juego se traslada a las discusiones sin cámaras que se libran en el Círculo Rojo y que se extienden a las mesas de café de simples ciudadanos en las que se habla de política. ¿A quién votarías si a la segunda vuelta llegan…? Esa es la cuestión. Como divertimento está muy bien, pero aquel juego prescinde de un interrogante: ¿Y si no hay balotaje?

El batacazo de Milei en las primarias y el efecto arrastre que podría traer aparejado el clima de cambio de época comienzan a inquietar a los cerebros de las campañas de Massa y Bullrich. En ambos espacios consumieron igual veneno: se veían a sí mismos como rivales para octubre y, eventualmente, para noviembre, pero ahora se disputan cuál de los dos trepa al mano a mano con Milei. Massa tiene que demostrar que aglutina el 5,85% que sacó Juan Grabois y, Bullrich, que se queda con el 11,19% de Horacio Rodríguez Larreta. El economista no tiene ese dilema. Todos los votos le pertenecen porque no tuvo interna.

No solo massistas y bullrichistas están alterados. El sistema de poder de la Argentina no deja de preguntarse si la opción Milei no representa un salto al precipicio. Igual, hay quienes ya pegaron una cabriola. Algunos empresarios y sindicalistas que criticaban a los libertarios ahora hacen cola para tratar de conseguir una audiencia. Otros arriesgan: “Si le toca gobernar va a terminar haciendo el 10 por ciento de lo que promete, salvo que se quiera ir en helicóptero”.

Pero la mayoría desconfía. Las dudas van desde el estado emocional del candidato hasta sus visos autoritarios. Durante mucho tiempo esos universos subestimaron el perfil de Milei, como si no hubieran existido fenómenos similares en otras naciones. La inquietud los abruma: ¿Y si ya es demasiado tarde para cambiar la suerte del 22 de octubre?

Los números que arrojó el escrutinio definitivo de las primarias del 13 de agosto fueron incluso más ajustados de lo que se preveía. Milei obtuvo el 29,86%, la suma Bullrich-Larreta dio 28% y Massa quedó tercero con 27,28%. Sin embargo, la atmósfera que envuelve al establishment es que Milei podría despegarse.

“Está como angelado. Había un votante oculto, al que le daba un poco de vergüenza decir a quién iba a votar, y que, tras los resultados de las PASO, se potencia. ¿Por qué ocurre si hubo casi un empate entre tres? La percepción es que Milei corre con el caballo ganador. Hay una demanda de cambio. Uno podría preguntarse: ¿Nos conviene ese cambio? Y la gente dice: ‘Primero sacame de esta y después vemos’”, razona Juan Germano, el fundador de Isonomía Consultores.

Opina parecido Federico Aurelio, el director de la Consultora Aresco: “La vocación de cambio es tan fuerte que ya no importa si es o no un salto al vacío. ¿Hacia dónde es ese cambio? ‘Hacia cualquier lado, no me importa ni cómo lo va a hacer’, piensa la gente. Lo que se escucha es que Milei propone terminar con los beneficios de la política y los políticos son, para el votante, los causantes de todos sus males. Es posible, y hasta hay una determinada probabilidad de que Milei gane en primera vuelta”.

El salto del libertario, a quien, de todos modos, todavía nadie ve por encima de los 40 puntos que necesitaría -con diez de diferencia sobre el segundo para imponerse sin la obligación de ir al balotaje-, coincidiría con la dificultad de Bullrich para retener todos los votos de sus aliados y con la debacle que sufrió el Gobierno desde el lunes 14, primero con la devaluación del 22% del peso y luego con la suba frenética del dólar, que se trasladó a precios con una fuerza que aún no puede ser calibrada del todo.

La presión sobre Bullrich ha crecido en los últimos días. En Juntos por el Cambio pasaron de creer que la interna era el único obstáculo que se les presentaba a Bullrich y a Larreta antes de que alguno de ellos recibiera la banda presidencial a sospechar que un paso en falso podría marginarlos de la segunda vuelta. “Hay que hacer algo y debe ser urgente”, es el mensaje que Bullrich recibe desde la noche que se subió al escenario de Parque Norte como ganadora de la interna.

El anuncio de Carlos Melconian como eventual ministro de Economía tiene que ver con eso. A la candidata le hubiera gustado anunciarlo más tarde, pero los pedidos fueron incesantes. “Hay que confrontar con Milei y necesitamos un vocero”, le susurraban. Los estrategas dicen que fue una buena jugada. La duda es si será suficiente. La urgencia continúa.

Jaime Durán Barba, el asesor de Juntos que mejor advirtió sobre el crecimiento de Milei en la previa de las PASO, desconfía. “Estimo mucho a Melco, pero una conferencia suya sobre el plan económico no atrae votos. La noticia sobre los Rappi de Milei, sí. Hay que recuperar la novedad, la alegría, la travesura del PRO. Mauricio no ganó porque daba discursos leyendo programas, sino porque supo saltar el bache y usar los globitos”. El ecuatoriano, demonizado por un sector de Juntos, no habla nunca de la sociedad en la que le gustaría vivir. Dice: “Hablo de sociedades en las que ganan tipos como Trump, Bolsonaro, Boric, Castillo, Petro…”.

¿Cuál es la fórmula para frenar a Milei? Es el gran debate de los politólogos y estrategas que trabajan directa o indirectamente en Juntos por el Cambio. Todos esperan que el libertario, que parecería acelerar en cada presentación televisiva, cometa algún descuido fatal. En las redes sociales se viralizan sus discursos, sus peleas con periodistas y sus presentaciones más polémicas. No se ha demostrado, hasta aquí, que sea suficiente. Se verá qué ocurre ahora que está más cerca de la Casa Rosada. “No lo podemos apartar de la conversación pública, esa es nuestra desesperación”, confiesan quienes trabajan para Bullrich y que antes lo hicieron para Mauricio Macri.

Los grupos de WhatsApp suelen ser un buen termómetro. Hay quienes tienen detectado que las apariciones de Milei irrumpen en diferentes grupos etarios, desde padres y madres de colegios hasta jóvenes que se preparan para ir a bailar. Algunos se refieren a él como el destinatario del voto bronca y otros se burlan. Pero hablan. Un viejo operador del Conurbano, peronista, con vínculos en todo el submundo de la política, compara a Milei con Despacito, la canción de Luis Fonsi: “No se sabe si es buena o mala y hasta cuándo va a durar, pero todos la siguen cantando”.

Cristina Kirchner está preocupada. Sigue aislada de la campaña, como si Massa no fuera su candidato. Al principio parecía una estrategia; hoy se sabe que, por más que el ministro la consulte todos los días y hasta tome medidas que a ella le agradan -la del bono a los trabajadores, por ejemplo-, no quiere involucrarse en público. Si a la vicepresidenta le garantizaran que el ministro llegará al balotaje, tal vez, haría un esfuerzo mayor. Pero su fantasma es que el peronismo repita el tercer puesto de agosto y que quede en la historia como la peor elección del PJ desde su fundación. A Cristina le importa mucho el lugar que los libros preparan para ella. Difícil que la historia la absuelva en esta, si la performance de agosto se repite en octubre.

“A esta altura es mejor que nos dejen solos”, se quieren convencer en el massismo. Un dato: casi no existe diálogo entre el estratega catalán, Antoni Gutiérrez-Rubí y el jefe de campaña, Eduardo de Pedro. “Massa va por la heroica”, dicen a su lado. Con una inflación récord, una devaluación que deglute los salarios y anuncios que quedan a mitad de camino y son cuestionados por sus aliados, Massa apuesta a que muchos votantes de Bullrich emigren a las filas de La Libertad Avanza y que ese pase de magia lo deje a él a un paso del balotaje.

Massa es un hombre de fe. Se siente predestinado. Cuando viaja en vuelos privados no siempre usa el cinturón de seguridad. Dice que no hace falta. Que él no se puede morir. Que antes tiene que ser presidente.

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