Javier Milei dejó en claro, con su discurso en cadena nacional, cuál será su próxima batalla: desmentir a los economistas que argumentan que el superávit fiscal fue logrado no por reformas estructurales y recorte genuino del gasto, sino por puro efecto de licuación inflacionaria que no será sustentable en el tiempo.
Y, además, ratificar que el equilibrio fiscal no es solamente una meta técnica, sino la base de su filosofía de gobierno. En vísperas de la marcha de repudio al recorte del presupuesto universitario, para Milei era clave dejar en claro que no sacrificará su objetivo en aras de un mayor margen de gobernabilidad.
Por eso, en una situación infrecuente, dedicó la cadena presidencial a un tema aparentemente técnico, pero que en el fondo implicaba una definición de prioridades políticas. Así, destacó que la licuación inflacionaria de las jubilaciones no son el centro de su estrategia fiscal, porque apenas explican 0,4 puntos de los 5 que se recortaron en el déficit, donde la mayor parte del recorte recayó sobre «gasto público que la política utilizaba indiscriminadamente para comprar voluntades».
Esa batalla retórica es clave para que se sostenga el apoyo del mercado financiero, que con el rally de bonos de la deuda soberana viene dando señales de credibilidad en el programa económico. De hecho, en la previa del discurso, anticipándose al compromiso de Milei con el objetivo fiscal, se produjo una suba de 6% en las cotizaciones y el índice de riesgo país cayó a 1.148 puntos, un nivel que no se veía desde hacía cuatro años.
Habían circulado versiones sobre eventuales medidas cambiarias, pero lo cierto es que, después de la última reunión del Fondo Monetario Internacional había quedado en claro que el desarme del cepo pasaría a ser una prioridad de segundo orden, después de la consolidación del superávit fiscal y de la baja de la inflación.
Javier Milei: un mensaje, varios públicos
De hecho, el mensaje del presidente tuvo varios públicos destinatarios. El primero, naturalmente, fue su base electoral, especialmente la clase media que está sufriendo la erosión salarial por la inflación y la suba de tarifas. Pero, también, Milei dirigió mensajes específicos para el mercado financiero y para el FMI.
Para el público interno, el mensaje es que el sacrificio tendrá sentido, porque será lo único que posibilitará el crecimiento genuino de la economía. Su promesa fue la de poner los cimientos de «un orden económico estable para que los argentinos se asocien, entablen contratos, compren, vendan, trabajen y comercien libremente.
Milei con las principales figuras de su equipo económico: Quirno, Caputo, Bausili y Werning
Pero, además, hizo hincapié en revalidar su consigna sobre castigar a «la casta» y no a los trabajadores: «A diferencia de lo que muchos afirmaban, no sólo ha sido posible terminar con el déficit fiscal, sino que lo hemos hecho de una manera que es económicamente sustentable y moralmente deseable, ya que por primera vez en la Argentina no pagan justos por pecadores».
Claro que había un mensaje también para la oposición política, en el sentido de que no alterará su hoja de ruta ante la falta de apoyo. Más bien al contrario, ratificó el perfil agresivo con el que vino cuestionando a quienes se ponen del lado de enfrente de sus propuestas de reformas.
Para los inversores privados y para el FMI, el mensaje es que, por más que el gobierno tenga minoría en el Congreso y que la oposición endurezca su actitud con marchas de protesta, no habrá un afloje en la política de ajuste fiscal.
Milei es conciente de las dudas que su política genera entre los economistas y buena parte del empresariado. No por casualidad dedicó «al establishment económico» la promesa de que el ajuste fiscal no sería apenas una fase coyuntural y que eventualmente se volvería a aumentar el gasto público.
Parado al lado de Milei, casi sin gesticular, el ministro de Economía, Luis Caputo, escuchaba las palabras que quería que se transmitiera a los gerentes de fondos de inversión de Wall Street, a quienes espera acudir en el mediano plazo para pedir crédito a una tasa de interés que Argentina pueda pagar. Claro que, para que eso sea posible, necesita que el riesgo país baje a un nivel en torno de 800 puntos.
Javier Milei y… ¿números a contramano del discurso?
Milei, como siempre, se mostró decidido sobre sus objetivos. Pero lo cierto es que, a la hora de enumerar la situación fiscal, no logró despejar del todo los problemas de los que sus críticos lo acusan.
Por ejemplo, que el resultado fiscal es cada vez más pequeño, como también resulta más complicado recaudar impuestos en una economía recesiva. Los $625.034 millones que dejó la cuenta fiscal de marzo representan un 50% menos que el resultado de febrero y un 69% menos que el de enero. Y resulta inevitable la duda sobre si en los próximos meses se podrá repetir el superávit.
Aunque el Presidente no lo dijo, quedó en claro que el efecto de ahorro sobre el gasto jubilatorio ya dio lo que tenía quedar, porque a partir de la vigencia de la nueva fórmula indexatoria, los haberes empezarán una senda de recuperación. Una buena noticia para los jubilados, pero que pone una nota de duda sobre la sustentabilidad del equilibrio fiscal.
Milei negó que la licuación de jubilaciones haya sido la razón del superávit fiscal
Los rubros que Milei mencionó como los verdaderos lugares donde se está pasando «la motosierra» tienen un fuerte contenido simbólico, pero escasa importancia en términos de dinero. Ni las transferencias a las provincias, ni la pauta publicitaria para los medios, ni la obra pública pueden compensar la importancia del gasto jubilatorio, que representa más de la cuarta parte del total del gasto.
Por otra parte, el presidente tampoco hizo mención sobre una de las críticas más pesadas que se hacen a su política fiscal: que el superávit no habría sido posible si no fuera por la estrategia de posponer el pago de deudas. Como por ejemplo la que el Estado mantiene con el sistema de generación y transporte eléctrico, que ya asciende a u$s2.000 millones.
Pocos minutos después del discurso presidencial, se publicó el informe fiscal en la página web de la Secretaría de Hacienda, y los números fueron elocuentes: el superávit no se consiguió por la vía de una mejora en los ingresos, sino por la reducción de los gastos.
De hecho, se agudizó la caída real de los principales impuestos, con la excepción de las retenciones a la exportación y el impuesto PAIS. Es decir, dos tributos que el propio Milei prometió que van a desaparecer en el mediano plazo, pero de los que ahora no puede prescindir, para enojo de los productores agropecuarios.
Un guiño para el establishment
El mercado dará, como siempre, una primera respuesta sobre el humor con el que los inversores recibieron el discurso: si primó la satisfacción por la ratificación de la voluntad política de mantener el ajuste, o si esa firmeza discursiva es interpretada como la sobreactuación de un presidente a quien los números le dan resultados cada vez más finitos.
En principio, las reacciones de los empresarios son ambiguas. Todos los días se publican datos sobre el agravamiento de la recesión, que ponen en duda el pronóstico de Milei sobre una pronta «recuperación en V», lo que lleva a las advertencias sobre un inevitable aumento del desempleo.
Sin embargo, hay parte del empresariado que sigue dando muestras de apoyo. A ellos, Milei les viene dedicando arengas, como la que dio en el hotel Llao Llao de Bariloche, donde prometió ordenar la macroeconomía, pero advirtió que el crecimiento no dependería de él.
«Muchachos, en algún momento van a tener que poner las pelotas, van a tener que invertir y se van a tener que jugar», fue la expresiva frase. Ese mismo día, había explicado que, gracias a la política de baja de tasas y de ajuste fiscal, un monto equivalente a 15% del PBI dejaría de ir a depósitos en el Banco Central para convertirse en crédito productivo.
En el mensaje en cadena, Milei esbozó cuáles cree que serán los sectores que lideren la recuperación: principalmente, aquellos sectores beneficiados por la devaluación, como la minería, el petróleo, el gas y el agro. Pero no desdeñó el peso que tendrá la recuperación del consumo, cuando se consolide la baja de la inflación.
Finalmente, llamó la atención que, en toda su alocución, el presidente no haya mencionado la polémica sobre el tema universitario: otro de los rubros que tuvieron una caída en términos reales.
De todas maneras, Milei ya consiguió uno de los objetivos que se había trazado al tomar la decisión de dar el mensaje en cadena: mantener la centralidad de la agenda nacional y que la atención mediática no se focalizara exclusivamente en la marcha de apoyo a la universidad.