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Sus padres lo aislaron por 30 años y ahora, junto a su prima, cuenta su vida en las redes sociales para concientizar

Leandro Chichizola tiene 38 años y se convirtió en una verdadera estrella en TikTok, donde cuenta cuestiones cotidianas, como su vida social y su preocupación por su futuro. Hasta ahí su contenido podría ser idéntico al de muchas personas en esa red social, pero no es así ¿El motivo? Sus vivencias corresponden a verdaderos descubrimientos para él porque, después de tres décadas aislado, volvió a vivir en sociedad. No estuvo detenido, ni internado, pero sí, quizás, se podría decir que estuvo preso de su propia familia, que lo retuvo todo este tiempo dentro de su casa. El destino se metió en esta historia y convirtió a Verónica Gutiérrez, su prima, en su gran compañera y maestra. Ella, en diálogo con LA NACIÓN, contó el detrás de esta complicada historia familiar.

Verónica tenía nueve años cuando dejó de ver a su primo Leandro, con quien usualmente compartía reuniones familiares y tardes de juegos. De un día para otro, sus realidades cambiaron luego de que los adultos tuviesen una charla en la que plantearon la necesidad de que el niño sea tratado por profesionales por diversas reacciones agresivas que tenía. Enfrentaba, supo después Verónica, epilepsia y retraso madurativo. Sin embargo, la idea lógica de que el chico de ocho años recibiera ayuda para potenciar su desarrollo no salió como lo pensaban.

Esa charla fue la última que la familia tuvo con Andrés Chichizola y Mónica Graciela Sciaccaluga, los papás de Leandro. Pese al esfuerzo que hicieron por retomar el diálogo, desde ese lado construyeron un muro de silencio y distancia. Su hogar en la localidad de Haedo se convirtió en su “refugio” ante la sociedad, en el que se aislaron del resto. Leandro dejó de estar en el día a día de su prima.

La casa donde Leandro vivió con sus padres por más de treinta años

“Mi mamá iba a la casa de su hermano y nadie la atendía. Los vecinos pensaron que Lean se había muerto. Veían a mis tíos en el barrio, pero a él no”, relata Verónica. Los años pasaron, las incertidumbres eran diversas y no había respuestas. Este escudo que construyeron para que su hijo no tuviera relación con otras personas se derrumbó en 2021, pero no de la forma que esperaban.

Leandro estaba al cuidado de sus padres, Mónica y Andrés. Ella, directora de un establecimiento educativo; él, personal judicial de la localidad de Morón. Ambos contaban con un buen pasar económico que les podría permitir acceder a profesionales que aportaran conocimientos para mejorar la salud de su hijo, diagnosticado con epilepsia y un retraso madurativo. Es por eso que, hasta hoy, Verónica lamenta la decisión de sus tíos de aplicar un largo aislamiento, que incluyó retirar al niño de la escuela. Según contó, nadie intervino para preguntar qué había pasado con Leandro.

Fue en 2021 que las tres décadas de espera terminaron y no fue por el motivo que todos esperaban. Es decir, no hubo reconciliación familiar ni una nueva manera de pensar lo que sucedía, sino por el fallecimiento de Andrés. Su esposa también había muerto tiempo atrás. Por lo tanto, Leandro estaba solo ante el mundo. Quien dio la alerta a la familia fue la mujer que asistía con las tareas hogareñas. Uno de sus tíos era su tutor y desde ese lugar pudieron tener intervención en su situación.

En ese entonces, se enteraron de que el joven había comenzado a salir de su casa en busca de comida. “Iba una empleada vez por semana a cocinarle para todos los días. En realidad le hacía una olla de fideos o de arroz. Entonces él salía de la casa a pedir comida cuando le faltaba. Se ponía un buzo con una capucha y asustaba a los vecinos de noche, pero algunas personas le daban comida, como en las panaderías”, detalla Verónica al mencionar el momento previo a su reencuentro, antes de que falleciera su padre.

Parte de la familia de Leandro no dudó en hacerse presente y asistir al joven. El escenario era peor que el que imaginaban: un estado total de abandono tanto del hogar como de él, que se había criado entre las cuatro paredes de su habitación. “Había mucha mugre, tuve que sacar los autos del garage porque estaban llenos de ratas”, recuerda Verónica sobre ese momento, para ejemplificar el grave cuadro de situación.

Leandro cuenta su historia en redes sociales

“A Leandro le tuvimos que enseñar a que se vista, a ir al baño, a bañarse y a lavarse los dientes. Fue bastante difícil”, indica la mujer, quien en primera instancia se mudó a la casa de su primo para ayudarlo en sus cuidados, inclusive en controlar que tomara la medicación para su enfermedad, como así también cambiar su alimentación, ya que una mala dieta lo llevó a tener obesidad.

Respecto a su relación con Leandro, Verónica resalta: “La pasamos súper bien, teníamos charlas y caminatas. Empezó a bajar de peso, al principio caminaba media cuadra, después una completa, luego dos hasta dar una vuelta manzana. Él es muy inteligente; lo que le decís colabora, por ejemplo, empezó a lavar los platos. Él es muy bueno y de a poco comenzó a ganar independencia”.

La familia, unida: Leandro, su tío y Verónica, juntos

Pero, luego de varios meses de convivencia, la joven debió hacerse cargo de la salud de su madre y estar cerca de ella. Y su tío, quien también se encargaba de los cuidados del joven, falleció. Por esto, hoy Leandro vive en la fundación Juntos Podemos, donde tienen diversas actividades de sociabilización y cuidados, y es costeada con gran esfuerzo por parte de Verónica y su hermana. Al mismo tiempo son quienes se ocupan de que a su querido primo no le falte nada, aunque en ocasiones los esfuerzos son muchos.

Desde hace tres años, Leandro y Verónica caminan de la mano, buscando soluciones y recuperando el tiempo que les fue robado. Se apoyan mutuamente y aquellas tardes de juegos que no pudieron vivir ahora son momentos en el que el mate no falta y las charlas mucho menos. “A mí me gustaría que el día de mañana él pueda volver a vivir solo, que tenga independencia. Si tiene que ser con un acompañante terapéutico que lo sea. Que tenga un trabajo, es muy inteligente, pero necesita hoy poder aprender. También que pueda terminar la primaria y que por fin pueda tener una vida como cualquiera”, completa.

Leandro y Verónica cuentan su particular historia de vida en TikTok

Mientras tanto, en redes sociales los primos muestran su nueva realidad. El motivo que los llevó a hacerlo es porque lo que vivieron es “muy fuerte”, pero creen que en el mundo “hay muchos Leandros encerrados y escondidos”, por eso en la visualización se pueden abrir caminos para aquellas familias que viven una realidad similar.

Quienes quieran colaborar con estos dos jóvenes pueden hacerlo comunicándose a través de las redes sociales Instagram vero.gutierrez y en TikTok @primo.lean

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