Este fin de semana dejó a Yamandú Orsi como el gran ganador de las elecciones de Uruguay, ubicándolo como el nuevo presidente del país vecino. Tras 4 años de gobierno de Luis Lacalle Pou, quien es considerado como un mandatario de derecha y liberal, se aproxima un cambio de gestión ideológico de la mano del socialista.
Con un perfil bajo, Orsi es señalado como el «heredero» del expresidente Pepe Mujica, aunque su perfil se alinea más con el pragmatismo y habilidad para negociar, según quienes lo conocen. El jefe de Estado electo en Uruguay inició su activismo político en los años 80, marcado por su resistencia a la dictadura. Su labor como profesor de Historia lo ayudó a inmiscuirse aún más en los capítulos oscuros de su país, además de acercarlo a la comunidad juvenil.
En 1989, en el referéndum sobre la anulación de la Ley de Caducidad —conocida también como la «ley de impunidad»—, Orsi se posicionó como un militante comprometido con la Justicia para las víctimas de los crímenes de Estado. Aunque la ley no fue anulada en ese momento, su lucha lo ubicó en el centro de la escena política, destacándolo como un defensor de los derechos humanos.
Tal militancia y su proximidad con los jóvenes lo llevaron a afianzar su vínculo con el Frente Amplio, partido que lideró desde las bases en su ciudad natal; mismo territorio donde daría sus primeros pasos sólidos en la política al asumir como intendente de Canelones, un cargo que ocupó durante dos períodos consecutivos (2015-2024).
Yamandú Orsi, de intendente a «heredero» de Pepe Mujica
Este reciente crecimiento y repercusión política estuvo marcado por la total aprobación de los vecinos que lo votaron durante dos periodos consecutivos como jefe comunal; destacándose en áreas como infraestructura y manejo de los servicios públicos. Este aval generó que Orsi renuncie a la intendencia para centrarse en la campaña presidencial, tras ser visto como la revitalización del partido izquierdista tras la derrota del 2019.
Entre sus logros como intendente, destacan iniciativas de desarrollo sostenible, como la mejora del acceso al agua potable y proyectos de urbanización en zonas postergadas. Estas políticas fortalecieron su perfil técnico y le brindaron una visión concreta de los problemas nacionales, preparándolo para liderar un país con demandas muy amplias.
Sin embargo, discursivamente, Orsi se muestra más moderado que otros referentes históricos del Frente Amplio, ubicándose en un espectro que podría interpretarse como de centroizquierda. Este perfil conciliador quedó evidenciado cuando, este lunes, el presidente electo adelantó su intención de dialogar con el presidente argentino, Javier Milei. «Desde el punto de vista filosófico, ideológico, tendremos puntos de vista bastante encontrados. Ahora, los temas que nos convocan, que son los temas comunes, ahí hay que arreglar al sentido común», expresó en diálogo con los medios. Asimismo, manifestó su intención de reunirse con el libertario antes de asumir formalmente.
Claramente, este pragmatismo y formalidad no ubican a Orsi como un libertario de derecha, pero sí lo diferencia de figuras más confrontativas del Frente Amplio. Como una advertencia de lo que no será, Orsi adelantó que su gobierno se centrará en «el crecimiento con igualdad para promover el desarrollo y la prosperidad» y enfatizó que no se trata de «vengarnos (del oficialismo saliente), sino de estar del lado del pueblo».
Los ejes de la campaña del presidente electo de Uruguay
Durante su campaña presidencial, Orsi priorizó temas económicos y sociales, como la mejora del empleo y el fortalecimiento de la educación, sectores que consideró debilitados durante el gobierno de Lacalle Pou. Además, logró captar el apoyo de sectores rurales, tradicionalmente adversos al Frente Amplio, ampliando su base electoral. Entre sus propuestas, destacan un plan para estimular la inversión extranjera y una reestructuración fiscal destinada a aliviar la carga sobre las pequeñas y medianas empresas.
No obstante, estas medidas generaron cuestionamientos entre sectores progresistas, que temen un posible alejamiento de las políticas redistributivas tradicionales. ¿Y, ahora? ¿Qué le depara?
Contra la tendencia global: un presidente de izquierda
El mandato de Orsi comienza en un contexto económico global adverso. Uruguay enfrenta desafíos relacionados con el estancamiento del crecimiento, la inflación, el desempleo y los efectos del cambio climático en su sector agroexportador, que es el motor de la economía nacional. Además, deberá lidiar con la fragmentación política, buscando consensos en un parlamento dividido.
A nivel global, la balanza parece haberse inclinado hacia líderes de derecha y liberales, con el reciente triunfo de Donald Trump y la asunción de Javier Milei, lo que podría dificultar sus funciones en el plano internacional. Aún frente a estas complicaciones, Orsi prometió reactivar la economía sin desatender los logros sociales alcanzados durante los gobiernos anteriores del Frente Amplio.
Es decir que, las complicaciones de su gestión son varias; además, también se le suma el hecho que ser señalado como el heredero ideológico de Mujica podría limitar su margen de acción, obligándolo, indirectamente, a cumplir con una agenda que no refleja sus prioridades. Aun así, el descontento con el gobierno saliente de Lacalle Pou le otorga una ventaja inicial de empatía y paciencia por parte de la ciudadanía, una carta que podría jugar a su favor.