domingo, 16 marzo, 2025
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Bahía Blanca: los deliveries solidarios que entran a los lugares que nadie llega

Sábado 8 de marzo, media mañana. Pasaron unas 12 horas desde que cayó la última gota de lluvia. El agua ya no corre por las calles pero todavía no bajó en muchos barrios de Bahía Blanca. En ese limbo entre la emergencia y la reconstrucción, comienzan a activarse los «Cadetes por Bahía», como se bautizaron en un grupo de WhatsApp: son 71 motos y algunas bicis, deliveries a los que en estos días de comercio funcionando a media máquina nadie llama, y resolvieron salir a la calle igual, por la suya, a llevar remedios, viandas, lo que haga falta en aquellos barrios a los que «solo nosotros podemos entrar».

Consiguieron que les donaran combustible y, desde entonces, no paran. «Hay zonas a las que nadie está yendo», explican. «Como nosotros conocemos Bahía, no la conoce nadie. Somos los únicos que podemos llegar a esas casas». Así se presentan.

«Es lo mínimo que podemos hacer», apunta Micaela Settini, casco en mano y la mochila a su espalda ya sin carga. Viene de llevar mercadería a dos comedores populares, al de Lucy y al de los Peques, en Saladero: «Es reconfortante, hay gente que necesita que estemos y es muy agradecida».

Clarín los encuentra cuando hacen una escala en la esquina de Catamarca y 17 de Mayo, donde en una hilera de chulengos humeantes se están asando los mil chorizos que donó la carnicería Super Combos. «Fuerzas Bahía Blanca», dicen las pizarras escritas con tiza que invitan «Choripán gratis».

Pamela Storm, «La Rusa», hincha fana de Olimpo, y Fernanda Menghini, de la carnicería, despachan en la mesada que cruzaron en la ochava. «Somos cinco», se anuncia un muchacho que bajó de una camioneta cargada con colchones; le arman los sánguches y continúan camino. Lo mismo los motociclistas, que todavía tienen algunas cosas de las que recogieron de las donaciones que recibió la iglesia San José.

Los deliveries que, sin trabajo, se juntaron para ayudar a la ciudad. Foto Diego Izquierdo

Entre Oscar Quinteros y Marcos Ojeda enumeran algunos de esos lugares «a los que solo nosotros podemos entrar: Tierras Argentinas, Derby, Saladero, Evita, 5 de Abril». Parten del modo en que los deliveries circulan al parecer en cualquier ciudad, con prisa, y ahora suman bocinas como un gesto de conexión con el vecindario.

La solidaridad, motor desde el primer día

Así funcionó todo desde un primer momento en Bahía Blanca, luego del desastre que dejó la inundación. Con vecinos organizándose, yendo a buscar ayuda para sostener sus barrios.

Adrián Zambrano, «Tato», levanta el arroz pegado en el fondo del disco donde se cocinó un muy sabroso guiso de lentejas con chorizo colorado. Sobre las mesas de la Sociedad de Fomento de Maldonado, no muy lejos del cauce de uno de los arroyos que desbordó, se alzan pilas de ropa para repartir entre los vecinos.

El cansancio se les nota en la cara. «Es todo el día, ahora va descomprimiendo y calculo que a la medianoche cerramos, pero ayer fue más largo. Hay gente que se está quedando acá porque todavía no puede volver a su casa«, dice Zambrano. Blanca Pallero, que lo acompaña allí, lo llama «El mago».

Adrian, el presidente de la Sociedad de Fomento de Maldonado, cocinando para los vecinos. Foto Diego Izquierdo

«No sé cómo hace, pero él siempre va a traer algo para el barrio». El temporal de viento que el distrito sufrió en 2023 los sirvió de experiencia: «Ahora activamos enseguida, no perdimos tiempo«.

Pallero separa la ropa para bebés que va llegando entre las donaciones, la lava y la lleva al hospital del que se vieron las imágenes con la sala neonatología inundada y las enfermeras evacuando a los recién nacidos. El Interzonal José Penna, con equipamiento destruido, funciona con actividad reducida.

Hay decenas de «puntos calientes» –así los llama la Municipalidad– que ofrecen cobijo, alimentos o mercadería. Otros están fuera del circuito, y funcionan «con donaciones que va trayendo la gente». Luciano Durante perdió el carrito de comidas con el que se ganaba la vida en Ingeniero White, cerca del puerto, uno de los barrios más golpeados junto a General Cerri.

«Se lo llevó el agua, no quedó nada», cuenta de «La cosa nostra», el carrito en que preparaba hamburguesas y lomitos. Ahora montó en la vereda una olla de medio metro de alto y a leña cocinó un guiso para el barrio: «La gente va viniendo y se lleva, o come acá y comparte un rato con nosotros».

El club social y deportivo Olimpo usó sus instalaciones para recibir evacuados y donaciones. Foto Diego Izquierdo

El gimnasio del Club Olimpo tiene las puertas abiertas desde que llegan las donaciones hasta que no queda nada por entregar. Llegan camiones con mercadería «de todos lados», los haya completado alguna institución o particulares, camioneros que reunieron material y lo trajeron personalmente. «Olimpo es sinónimo de solidaridad», dice el presidente del club, Alfredo Dagna, en tanto coordina descargas, selección y entrega.

Hugo Krol almorzaba y no pudo tragar el bocado mientras veía por televisión las imágenes de la tragedia. «¿Vamos a Bahía?», le propuso a Roxana, su mujer, que no dudó. Viajaron con su hija, Francesca, de 8 años. Camionero, dueño de HyD Transportes, vio cómo fue completando la caja del balancín con el que salió de Pablo Podestá, partido de Tres de Febrero. Se quiebra al contarlo: «No se trató de cargar pallets de una empresa, no, acá la gente venía bolsita por bolsita, con dos, tres cosas, y ver eso fue impresionante».

Hugo Krol llenó su camión y se fue con su mujer y su hija desde Pablo Podestá a Bahía para ayudar.

«O lo que después vimos en la ruta, autos cargados, hasta un 147 con trailer trayendo su ayuda. Todo genuino. Puede dar cierta tristeza saber que hay gente que lo hace por sí misma porque no cree en nadie, pero hacerlo te aseguro que es pura satisfacción», dice en tanto cientos de bolsas son depositadas en el gimnasio de Olimpo: «Esta claro -dice emocionado- que lo único que no se logra en la vida es aquello que no se intenta«.

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