sábado, 22 marzo, 2025
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Es una obra muy atinada para estos tiempos

Desde el 20 de marzo se puede ver una nueva versión de la célebre comedia francesa La cena de los tontos, conocida primero en Argentina a través del cine en 1998, escrita y dirigida por Francis Veber, quien primero la había estrenado en el teatro. Fue en el 2000 cuando Adrián Suar y Guillermo Francella la llevaron por primera vez a los escenarios argentinos con un éxito que luego repitieron en la temporada de Mar del Plata (2009). Hoy el elenco está integrado por Martín Bossi, Mike Amigorena, Laurita Fernández, Guillermo Arengo, Esteban Prol y Franco Battista. Harán funciones de jueves a domingo en el teatro El Nacional, con dirección del realizador Marcos Carnevale.

—¿Viste la película o las versiones anteriores?

MIKE AMIGORENA: No me acuerdo bien si vi la película en su momento, pero siempre tuve en la cabeza esta trama de cómo reírse de alguien, que eso a mí no me gustó nunca, ni como chiste. Jamás me caractericé por reírme del otro, ni tomarlo de punto al otro.

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Pensá que nací en Mendoza y que te llames Michael en las décadas del setenta y ochenta era raro, para colmo no está en el documento. Mi mamá quiso ponerme este nombre por mi abuelo Miguel, pero no se pudo, no te lo permitían y me anotó Ricardo Luis, como mi padre. Eso hacía que le dabas pie para que se rían de vos. A medida que pasó el tiempo, ya te vas haciendo conocido con tus compañeros y tus amigos. Pero he sufrido bullying, nada traumático, pero conozco de cerca ese rol. Ahora me toca jugar de malo, del burlón.

—¿Qué te entusiasmó para aceptar esta propuesta?

MARTÍN BOSSI: Después de quince años de teatro donde solamente paré por la pandemia, hice todos espectáculos con mi nombre. Es muy difícil y atípico, salvo grandes nombres como Enrique Pinti o Antonio Gasalla, que me quedan enormes y fueron referentes. El musical Kinky Boots fue un momento para experimentar otro tipo de comedia, pero aquí definitivamente entré en el género. Es importante primero porque me planteé el desafío de compartir, a esta altura quiero hacerlo. La propuesta de la obra la hablábamos mucho con Adrián (Suar), que es mi amigo, como también lo son Federico Hoppe y Ezequiel Corbo, todos productores.

LAURA FERNÁNDEZ: En lo personal lo que más me atrajo es que venía de hacer Legalmente rubia y Disney celebra una Navidad inolvidable con Topa, que eran proyectos muy explosivos para mí y comprometidos. Después de hacer algo que soñabas hace tanto tiempo te queda como esa sensación: ¿qué podrá ser después? Y llegó esta comedia donde me proponen hacer dos personajes. Entonces me dije que el desafío estaba ahí. Debo desdoblarme, porque haré mujeres completamente diferentes. Encarno a la esposa y a la amante del personaje Pablo Barrantes (Mike Amigorena). Tienen que ser muy distintas en su forma de hablar, de moverse y de reaccionar. Eso me entusiasmó mucho trabajarlo con Carnevale (director). En la versión que vi en Mar del Plata actuaban Carla Conti y Sabrina Rojas.

—¿Hay miedo de tentarse?

M.A.: No me desestabiliza, es un alimento para mí, el hecho de no poder reírme y si me tiento qué hacemos. No me pasó muchas veces, pero cuando sucedió se llevó adelante y no pasó nada. Hoy necesitamos al público, ese es otro intérprete.

M.B.: No es un riesgo para mí. Si me pasa lo utilizo a favor. Tengo miedo a todo, pero en el escenario no tengo miedo a nada, es lo único que me rescata. No hay peligros. Tengo salidas para todo, alternativas porque viví estudiando esto. Ahora en la vida tengo problemas para todo.

L.F.: Me suelo tentar mucho hasta que estrenamos, cuando estamos en el proceso creativo, porque surge algo nuevo. Me divierto mucho en los ensayos. Pero una vez que ya lo sabemos, lo fijamos, lo hacemos y empezamos con las funciones no me sucede. Tampoco soy de esas actrices que fuerzan la tentada o la exponen. Hay situaciones que se te escapan de las manos y si algo me sucede, busco la solución. Por lo general en el teatro cuando pasa algo la gente te acompaña, lo celebra y se ríe aún más.

—¿Creen que es el momento para hacer comedias en la Argentina?

M.B.: Es el momento ideal para hacer teatro porque es la única experiencia en vivo que queda. En un mundo donde estamos inventando una inteligencia artificial porque no alcanza con la nuestra, donde todo se televisa y se filma. Hasta las cosas que antes no se filmaban, como un recital, un momento íntimo, un cumpleaños, un parto, una despedida de soltero, una comida con amigos o un aniversario. El teatro exige y sobre todo en tiempos como estos, donde todos contra todos, como dice Fito Páez. Cuando nadie escucha a nadie, en una platea se unen los de derecha, los de izquierda, los de arriba, los de abajo, los de la Lali y los de Milei. No sabes quién se pelea con quién, ni quién defiende qué. A todas esas personas con diferentes ideales el teatro los une, porque es una comunión. Para eso vine al mundo, para armonizar y no dividir.

M.A.: Es lo que más me gusta en el mundo, hacer reír y cantar. Primero cantar. Quiero despegarme de lo que hice antes y el desafío, ver cómo encaro esto que me cuesta. Este personaje me ha afecta mucho, es mi clown tapado.

L.F.: Creo que siempre es momento para hacer comedia. Al principio prefería el drama, porque me permitía estar más en mi mundo y no depender tanto de lo que estaba pasando. Con el correr de los años entendí lo difícil que es hacer comedia. Este director es puntualmente un experto en llevar y contar una historia a través del humor, te toca una fibra sensible, te moviliza y está muy bueno.

—¿Mantiene actualidad el reírse del otro?

M.B.: Es una obra muy atinada para estos tiempos. Si me toca hacer una síntesis diría que cuenta la pureza y la inocencia en medio de la hipocresía. La propuesta es muy grande, muy ambiciosa y me exige como actor al máximo, porque no es hacer un tonto. Todo depende donde lo mire, a mí me parece que es el más vivo, tontos son los otros. Este personaje se llama Pitón, trabaja en la ARCA (ex Afip). Es un personaje muy formal, monogámico, culto y que lo abandonó su mujer. Todo lo contrario a lo que soy. En realidad no hay mucha caracterización. La gente va a ver a un personaje a través mío, que es muy puro y que hace reír de tan puro que es. No es un tonto, depende dónde se lo mire. A mí me parece es el más vivo. Estamos amparados por un texto divino y por un director extraordinario como Marcos Carnevale. Verlo dirigir es un show aparte.

—¿La risa del público es el premio buscado?

M.A.: Nunca la viví como lo haré ahora. Algo me pasó cuando hicimos Shakespeare comprimido, en el club Maipo que nosotros lo inauguramos 2005. Después actué en Todos tenemos problemas sexuales, una obra que dirigió Lía Jelín, en La Trastienda con Laura Oliva y Alejo García Pinto, fue en 2003. Siempre me convocaron para obras donde podía haber algo de comedia como fue con Cabaret, pero no predominaba. Tampoco en El niño argentino de Kartún tenía mucho humor.

—¿Es la primera vez que actuarán en el teatro El Nacional?

M.B.: Vi a Nicolás Vázquez muchas veces, pero nunca tuve el placer de trabajar aquí. Es lo que me faltaba, impresiona, porque es hermoso y con una capacidad muy grande. Estoy muy feliz, tranquilo, es un buen momento de mi vida. Además el teatro hace bien. Sin teatro no tiene sentido en mi vida.

L.F.: Feliz de conocer esta nueva casa. Había venido obviamente como espectadora, pero nunca había trabajado en este escenario. Son teatros, como el Lola Membrives, muy grandes y también con mucha historia.

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