El fútbol argentino vive en estado de perturbación permanente. Cualquier fallo arbitral, por menor que sea, provoca una reacción acalorada de entrenadores, jugadores e hinchas. Para los protagonistas de este certamen todo es plausible de protesta. En ese contexto, el partido entre Vélez e Independiente, se volvió un torbellino de emociones exaltadas, porque Leandro Rey Hilfer, el juez del encuentro, mostró dos tarjetas rojas y sancionó tres penales.
Entonces, establecer el acierto o el error de cada acción condujo a una serie de batallas dialécticas y quejas que, en esta oportunidad, incorporó empujones, gritos y… hasta una rueda de prensa cargada de sarcasmos.
Vélez ganó 2-1 y tres puntos que le permitieron tomar distancia de una tabla del descenso que empezaba a mirar con preocupación. Pero para el Mellizo Guillermo Barros Schelotto la tensión fue en aumento desde el comienzo del encuentro. Y llegó a un final de locura, en el que primero se fue expulsado su ayudante, Federico Insúa, y luego él mismo, por insultar al cuarto árbitro, Lucas Comesaña.
El momento más candente ocurrió a los 41 minutos de la segunda parte, cuando el conjunto de Liniers se disponía a hacer dos cambios: los ingresos de Matías Pellegrini y Leonel Roldán en lugar de Francisco Pizzini e Imanol Machuca.
Hubo un momento de confusión y Comesaña discutió con los integrantes del cuerpo técnico de Vélez. Con el encuentro 2-1 en su favor, dio la sensación de que estaban perdiendo tiempo. Primero vio la roja Insúa. Y luego el Mellizo explotó: “¡Cómo me decís eso, cómo me decís eso!“, le gritó desencajado. Y continuó: ”¡Me muero si me decís que hago trampa!“. El árbitro le dijo algo más y Guillermo se lanzó sobre él entre empujones e insultos. Fue el jugador Matías Pellegrini que lo separó para que no llegue a la posible agresión física.
Mientras salía de la cancha, Barros Schelotto intercambió unas palabras con el entrenador de Independiente, Julio Vaccari, que sólo le dijo “está bien”, mientras le ponía una mano sobre su brazo con aparente intención de tranqulizarlo.
Pero justamente fue el entrenador de Independiente perdió la calma unos minutos más tarde, en la conferencia de prensa. Un periodista le preguntó: “¿A qué atribuís que estén pasando el peor momento del año y cuánto te jugás en la semana en el partido de Copa?“.
Pero Vaccari miraba más allá del ocasional entrevistador. Le molestó un gesto de otro cronista, que movió la cabeza como aprobando la requisitoria. “Y vos asentís, ¿no? De nuevo me querés echar, ¿no?“.
El periodista que hizo la pregunta, desorientado, le dijo que esa no era su intención, pero el DT le aclaró: “Vos no. Él -dijo mientras lo señalaba-. Él asentía cuando vos preguntabas”.
Entonces, intentó invertir los roles y fue el entrenador el que comenzó a interpelar al periodista. “¿Vos qué considerás?, ¿Me tengo que ir?“. La respuesta del periodista fue: ”Los resultados mandan».
Entonces Vaccari retrucó: “Entonces considerás que me tengo que ir. No evaluás nada. Ni un partido ni un proceso. Perfecto. Son decisiones y uno las comparte. ¿A qué le atribuímos…? El partido de hoy, unos huevos bárbaros».
El técnico jugaba nerviosamente con la botella de agua que le dieron en la sala de prensa. Estaba molesto y lo quería hacer saber, pero al mismo tiempo trataba de controlarse. Unos minutos después le preguntaron qué tenía que cambiar de cara al partido del miércoles próximo, frente a Universidad de Chile, en la vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana. En ese encuentro, Independiente debe revertir un 0-1.
Fue entonces que se decidió por la ironía. “El miércoles hay que ganar. No hay que mejorar nada futbolísticamente. Hay que hacer trampa. Buscar la manera de meter la pelota en el arco rival porque no sirve nada de todo lo otro”.
-¿A qué te referís con hacer trampa?, retrucó el cronista.
-No sé. Meter un gol con la mano. Como sea. Porque en el fútbol mandan los resultados. No hay caminos, no hay maneras. Por lo menos para los entrenadores no hay que evaluarlo. Entonces vamos a buscar la manera de ganar como sea.
Es curioso que mientras Barros Schelotto se fue expulsado porque sintió que lo acusaban de hacer trampa, Vaccari utilizó el sarcasmo sobre el mismo tema para intentar que los periodistas reflexionen acerca de la presión que se pone sobre los resultados en un fútbol cada vez más irritable.
Más allá de un partido de nervioso y mal jugado, con dos equipos comprometidos y sin respuestas futbolísticas, los técnicos lograron, por distintos caminos, que se lo recuerde como “La noche de la trampa”. ¿Acaso le queda mal el nombre?