Un torneo corto se le estaba haciendo largo a San Lorenzo, que salió a jugar el partido postergado de la novena fecha con Godoy Cruz con la obligación de ganar. No había alternativas para el Ciclón, otro resultado prácticamente lo despedía de los playoffs de la Copa de la Liga. Con más empuje que ideas y con un gol que convalidó el VAR, después de que el árbitro asistente Maximiliano Del Yesso anulara la conquista de Cristian Tarragona, alcanzó el objetivo, se desahogó y aunque la misión es compleja, mantiene las esperanzas de ser parte del selecto grupo de cuatro equipos que pulsearán por el título. El triunfo por 1 a 0 fue la primera de las cuatro finales que tendrá que desandar hasta el desenlace.
Un inicio con vértigo, como si las energías se hubieran liberado con furia, después de la postergación del partido, debido a la tormenta de lluvia y viento que azotó ayer a la zona del AMBA. En ese ida y vuelta, con demasiadas imprecisiones por la aceleración, San Lorenzo evidenció que la búsqueda de Diego Herazo sería un argumento para lastimar: el delantero colombiano jugó al límite, con la línea defensiva y rápidamente cayó en offside en dos oportunidades.
La respuesta de Godoy Cruz asomó con remates de media distancia y Vicente Poggi hizo revolcar al arquero Facundo Altamirano. El guardavalla fue el capitán ante la ausencia de Adam Bareiro, que acumuló la quinta amarilla y aprovechó la suspensión para sumarse a la selección de Paraguay que jugará el lunes contra Rusia en Moscú, y se limpió de amonestaciones para el clásico con Boca.
El tándem Braida-Barrios, recostado por la izquierda fue la combinación elegida para generar riesgo. Volcar el juego sobre esa franja también tuvo una necesidad: la falta de Iván Leguizamón, pieza de desequilibrio en el esquema del técnico Rubén Insua, que esperó entre los suplentes e ingresó en el segundo tiempo junto con Cristian Tarragona. El Ciclón no esquivó la responsabilidad de tomar el protagonismo, una exigencia porque la tabla de posiciones empuja a sumar de a tres puntos para esperanzarse con adueñarse de una de las cuatro plazas de la Zona B para ser parte de los playoffs.
Lo mejor del triunfo del Ciclón
Equipos con dos estilos diferentes, la intensidad de San Lorenzo y la pasividad de los mendocinos para mover el balón y avanzar con secuencia de pases, no impuso un dominador: la pelota viajó durante varios pasajes sin destino. Un tiro libre de Cristian Ferreira que detuvo Franco Petroli –ambos con pasado en River- sacudió la monotonía. El eje Irala-Insaurralde marcaba territorio en el mediocampo y López Muñoz se obligó a retroceder para convertirse en conductor, casi a la par de Juan Andrade, de generoso despliegue.
En los pasajes que el Ciclón desaceleraba, entraba en escena Ferreira para lucir su clase: con una estocada a punto estuvo de dejar a Herazo cara a cara con Petroli, el arquero con menos goles en contra en la Copa de la Liga. La pulseada entre Lukaku Herazo y Pier Barrios agitó un desarrolló que no ofrecía rispideces: choques en el juego aéreo y agarrones que el árbitro Gariano advirtió y llamó al orden a los dos pesos pesados.
“Hoy hay que ganar, hoy hay que ganar”, el grito que bajó desde la popular azulgrana, ante un equipo que se esforzaba, pero carecía de ideas o se nublaba en los metros en los que tenía que ser inteligente y lúcido para asestar el golpe que pedían los hinchas. El final del primer tiempo se cargó de nerviosismo con la reacción de Jhohan Romaña. Demasiado ímpetu y nulas situaciones de peligro para dos arqueros a los que le faltó muy poco para ser espectadores del pobre espectáculo.
Los de afuera empujaban con fervor y los de adentro en medio del desorden intentaban llevarse por delante a un rival que no se salía del libreto de hacer todo en cámara lenta. El apuro por llegar al área rival en el menor tiempo posible no era el camino, y las modificaciones tampoco le ofrecían soluciones a San Lorenzo. La pelota parada resultó la llave, después de una larga espera, porque el VAR –tras casi cinco minutos de revisión- convalidó el gol de Tarragona. El escenario no fue el mismo: los mendocinos se revolucionaron con la decisión, perdieron los estribos y en el enredo el Ciclón descubría los espacios para adueñarse de un partido que le era incómodo y terminó festejando, con cuotas de sufrimiento y por la atropellada del tercer delantero que se vistió de gigante goleador.