lunes, 20 enero, 2025
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Singapur: el milagro asiático

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Alguna vez Singapur fue parte de Malasia y la geografía lo justificaría ya que la península malaya termina en su extremo sur en este pequeño país de 719 km2 –apenas más grande que la ciudad de Córdoba que tiene 576–, separado por un hilo de agua, el estrecho de Johor. Desde los dos puentes que lo cruzan, uno y otro país se ven con un movimiento de cabeza.

Llegamos por tierra repasando la lista de prohibiciones que rigen en el país, no fuera cuestión de quebrar alguna, por ejemplo, la de comer chicle en la calle o la de fumar en la parada del colectivo.

Singapur es conocido por tener la tasa de corrupción más baja, ser uno de los países más seguros y con los mejores estándares de vida del mundo. Es el segundo con la mayor densidad de población y el octavo más rico del mundo con un PBI per cápita de 82.800 dólares. No sorprende entonces que casi el noventa por ciento de los singapurenses sean propietarios de su vivienda.

Entre la lista de prohibiciones, sigue la pornografía, la posesión y el consumo de drogas, inclusive en cantidades mínimas, que está penada con un máximo de 10 años de cárcel, multa de 20.000 dólares o ambas penas simultáneamente. Quien se niegue a someterse a un análisis por posible consumo, irá derechito a la cárcel y quien trafique drogas, dependiendo de la clase y cantidad, puede ser condenado a latigazos o a la pena de muerte. La sola denuncia de alguien que afirme haber sido tocado por otro indecorosamente, puede provocar su detención inmediata. Sin embargo, el aborto es legal desde 1969, la homosexualidad entre hombres desde 2020 y entre mujeres desde siempre.

El interior del templo del Diente de BudaMario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti

El país tiene cuatro idiomas oficiales: inglés, chino mandarín, malayo y tamil, aunque la realidad es que todos hablan en inglés. De los seis millones de habitantes, el 75 por ciento es descendiente de chinos, por lo que la primera confusión es estar en un país habitado por chinos budistas que abrazan tradiciones orientales pero hablan un perfecto inglés británico. La población de origen malaya es islámica y de costumbres occidentales. También hay una importante comunidad india que habla tamil y es hinduísta. Y como si esta multiculturalidad fuera poca, el cuarenta por ciento de la población está constituida por inmigrantes de todas partes del mundo.

La primera sensación entonces al llegar a Singapur puede desorientar, hasta que entendemos que la identidad de este pequeño país es la heterogeneidad y el respeto por las reglas y por las diferencias.

Estos contrastes también se aprecian en su arquitectura: a pocas cuadras de los impresionantes edificios futuristas construidos en tierras ganadas al mar –y que constituyen el 25% de la superficie del país– está el barrio de Katong donde las tradiciones del siglo pasado siguen vigentes.

Al igual que Malasia, Singapur se incorporó al imperio británico en 1819 y se independizó recién en 1959. Junto con las ciudades malayas de Penang y Malaca, formó parte de las Colonias del Estrecho donde los inmigrantes chinos se casaron con malayos, adquirieron gustos europeos fundando así la cultura Peranakán. Ese pasado se aprecia en Katong, donde está el Museo Peranakán. La calle Joo Chiat fue el corazón del suburbio residencial de principios del siglo 20, donde vivía esta clase media china, casada con locales y educada en inglés. Algunas de estas casas de dos pisos pintadas en colores pasteles, están abiertas al público y sus dueños están orgullosos de compartir esta cultura particular: la ropa bordada a mano con muchos colores, los zapatos con mostacillas, las “loncheras” metálicas de tres o cuatro pisos pintadas a mano.

Muy cerca está el impresionante templo del Diente de Buda donde es posible escuchar a los monjes cantar sus mantras, imperturbables a los celulares que los apuntan, y donde cada uno de los doce animales del zodíaco chino, tiene su altar con la figura replicada en infinitas miniaturas.

Allí es costumbre comer en mesas comunitariasMario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti

Y porque la comida callejera es una tradición muy importante en todo Oriente, en Singapur funcionan patios de comida con cientos de puestos para probar platos chinos, malayos, indios y de otros países asiáticos y sus fusiones. Esta costumbre habla también de la manera comunitaria de sentarse a comer, muy distinta de Occidente.

Conocimos el Maxwell Food Center, uno de los 114 patios de comida. Enfrente está el Singapore City Gallery, donde hay una maqueta enorme del país que se va iluminando por zonas a medida que avanza un video interactivo que relata la historia y características de cada barrio, muy útil para entender un poco más lo que estamos visitando.

En contraste con esta Polaroid del pasado de Singapur, el complejo de Marina Bay Sands es una postal del futuro. Ocupa 38 hectáreas de tierra ganadas al mar, en una franja entre el puerto en el mar abierto y una bahía cerrada que se ve casi como una laguna. Son tres torres de 57 pisos unidas en la cima por una piscina de 150 metros de largo, la más larga del mundo. Las torres son parte de un máster plan ya que junto a ellas están los Jardines de la Bahía que parecen salidos de un cuento. Ocupan 101 hectáreas y están divididos en tres, los Jardines del Sur, del Centro y del Este. Dentro de los del Sur está el Flower Dome, un invernadero que fue récord Guinness en 2015 como el más grande del mundo, donde hay plantas y flores de los cinco continentes, desde olivos milenarios hasta magnolias y orquídeas.

Las tres torres de Marina Bay se unen en la cima con una piscina de 150 metros de largo, la más larga del mundoMario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti

Lo más impactante de todo son los Supertrees (superárboles), la imagen icónica de Singapur: estructuras tubulares de 50 metros de alto que se abren en la cima como la copa de un árbol, que contienen jardines verticales y que después del atardecer cobran vida en un increíble espectáculo de luz y sonido. Hay dos shows diarios en los que los árboles se encienden y hacen juegos de luces al ritmo de la música, por lo general alguna ópera. Solo hay que asegurarse de estar allí a la hora del show para sentirse dentro de la película Avatar. Con reserva previa, se puede subir a una plataforma en uno de los árboles y caminar por pasarelas que conectan los árboles en altura.

Estos superárboles también recogen agua de lluvia, generan energía solar y actúan como conductos de ventilación para los invernaderos del parque.

Los jardines, las tres torres de Marina Bay, los Supertrees, todo está conectado con senderos al nivel de la tierra y puentes aéreos a los que se accede por ascensores al aire libre.

De noche los superárboles despliegan un show de lucesMario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti

Las tres torres albergan un shopping laberíntico e interminable con tiendas de lujo, más de cincuenta restaurantes, algunos con estrella Michelin, un casino, un hotel, cines, una innovadora área para chicos donde en lugar de juegos, se proyectan imágenes en una enorme pantalla circular en el piso y hasta un circuito de agua para circular remando un sampán (típico bote chino).

Solo quienes se hospedan en el hotel pueden acceder a la famosa piscina en el piso 57, pero cualquiera puede desayunar, almorzar o cenar en el restaurante que está junto a ella –un plato de fetuccine alla vongole 25 dólares–. Un piso más abajo, en el 56, hay una terraza abierta al público y solo basta hacer la fila para subir. Desde allí se comprende con un giro de cabeza este pequeño país: a un lado, el poderoso puerto con cientos de barcos que llegan o se van en el mar abierto y los jardines con los Supertrees, al otro, la bahía cerrada, el Museo de Artes y Ciencias con forma de flor y las fuentes de aguas danzantes a los pies de las torres, los imponentes edificios corporativos y la curiosa estatua del Merlión en la orilla de enfrente. El Merlión es la mascota oficial del país, una criatura mítica con cuerpo de pez y cabeza de león.

El Museo de Artes y Ciencias, conocido por su arquitectura en forma de loto y exhibiciones inmersivas, fue diseñado por Moshe Safdie, renombrado arquitecto israelícanadiense, responsable también de todo el complejo de Marina Bay.

Una tercera área para visitar es la zona de Orchid Road, una ancha avenida donde se suceden, uno tras otro, centros comerciales como el Takashimaya con marcas de ultra lujo, hoteles cinco estrellas, edificios de acero y vidrio que desafían la ley de gravedad, siempre con el marco tropical de palmeras, flores y, como sugiere el nombre de la calle, con orquídeas que cuelgan de los árboles. Las vidrieras compiten como si fueran galerías de arte y en las anchas veredas hay esculturas y escalinatas donde la gente se suele sentar. Sobre esta avenida tiene su residencia el presidente. Es tal vez el barrio menos turístico donde se puede comprender mejor la composición multicultural y multirracial de este pequeño gran país.

En el shopping se puede circular en sampán Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti,Mario Cherrutti

Salir de Singapur por aire es un paseo en sí mismo. El aeropuerto internacional Changi, ganador por octavo año como el mejor del mundo, es un parque de diversiones, un shopping completo con cines y restaurantes, una excusa para ver imponentes instalaciones de arte en cada terminal y un lugar donde, de paso, llegan y parten aviones.

Hay quienes lo visitan aunque no vuelen ni vayan a recibir a nadie. Van al cine, a la peluquería, se relajan en los puestos de masajes, recorren el gran mariposario, el parque para hacer canopy y los jardines con cascada. El arte tiene un especial lugar con más de veinte instalaciones. Hay una escultura hecha con 1216 gotas de acero que se mueven generando formas en el aire; dieciséis nubes hechas con cristales de Swarovsky; una especie de pelotero de 16 metros de alto cubierto con una red roja para que cualquiera que mida más de un metro pueda entrar.

Mirando la danza de las gotas de acero en Changi, cuesta pensar que Singapur fue uno de los países más violentos del mundo en los ‘60, cuando el tráfico de drogas, la trata de mujeres, las violaciones y asesinatos eran parte de la vida cotidiana en una ciudad sucia y caótica. Todo eso cambió en 2004 cuando un nuevo gobierno impuso la pena de muerte y persiguió la delincuencia y la corrupción política con el mismo rigor.

Datos Útiles

Por tierra desde Kuala Lumpur, son 351 km que se pueden hacer en un transfer privado. Por aire es la oportunidad de conocer el impresionante aeropuerto de Changi. Desde Argentina, son pocas las aerolíneas que llegan sin código compartido, Turkish Airlines, con la ventaja de que, si la escala en Estambul es mayor a 8 horas, incluye noche de hotel, transfer in-out al aeropuerto y tours por la capital turca.

Está abierto todos los días de 5 a 2 de la mañana. La entrada es gratuita, los shows de luces se dan entre las 19.30 y las 20.30. Si bien hay mucha gente a toda hora, sobre todo durante los shows, entre semana y durante la mañana es un buen momento para recorrer el parque y caminar por las pasarelas de altura.

Singapur es uno de los países con la mayor concentración de hoteles de lujo, desde el Marina Bay Sands con habitaciones que parten de los 1000 dólares la noche, a todas las cadenas que se ubican en la zona de Orchid Road. En las afueras, hay hostels como Potato por 35 dólares la habitación compartida.

Es la fruta característica de Singapur que despierta amores y odios: familiar lejana de la yaca que muchos conocen por Brasil, tiene un aroma intenso y penetrante. Se vende en todos los mercados callejeros y está presente en postres y helados en restaurantes sencillos o lujosos.

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