El 26 de agosto de 1910 nació en Macedonia del Norte la Madre Teresa de Calcuta. Es bueno recordarla por su motor infinito de fraternidad y bondad. Solo nombrarla lleva a pensar en la solidaridad como un símbolo de la ayuda al que sufre, tal vez el más importante de los caracteres de la condición humana; respeto al hambriento, cuidado a los desnudos, los que no tienen hogar, los discapacitados, los desprotegidos de la sociedad, los que emigran por temas bélicos o climáticos; desocupados, niños indigentes que tienen el cielo de la calle las 24 horas del día.
Cabe ser justo con los argentinos, que si bien pueden tener pasiones desmesuradas por el fútbol o el asado, llevan en su corazón el concepto de solidaridad marcado a fuego. Somos un pueblo solidario; vaya el recuerdo a los millones de mujeres y hombres que atienden merenderos, a los médicos que se pierden en los lugares más profundos y solitarios de nuestras geografías para dar un diagnóstico, llevar medicación o atender a una parturienta, o un maestro que da clases luego de haber viajado en mula dos horas.
Son infinitas las pruebas que ha dado el pueblo argentino de ese sentimiento, hondo y silencioso, que es la caridad: ante terremotos, inundaciones, la Guerra de Malvinas; con colectas para ayudar a hacer operaciones imposibles de costear para una familia; asistencia ante temas climatológicos; hambrunas como en la Guerra Civil Española; actos silenciosos a favor de artistas; becas; adquisición de prótesis o medicamentos, ropa; servicios médicos de todo tipo cuando las situaciones lo requieren o una ambulancia para un dispensario. Los Cascos Blancos, otra iniciativa argentina que desde la ONU asiste al necesitado en un abanico de urgencias, es también testimonio de este sentimiento.
Se lo ve en las ciudades, en el campo, en un barrio de emergencia, en la soledad de los Andes o en la colorida Misiones, cuando una plaga hace estragos, o en Neuquén ante un descontrol de la naturaleza. El argentino no se esconde. Somos, desde 1998, y en honor a la Madre Teresa, quienes hemos instituido el Día Nacional de la Solidaridad en coincidencia con su nacimiento. En 2005, las Naciones Unidad determinaron el Día Internacional de la Solidaridad con la misma fecha que la Argentina. A la Madre Teresa le importó el cuidado de la vida; funda junto a las Hermanas de Loreto hospitales dedicados al cuidado de mendigos, indigentes y leprosos.
En 1952, pensando en aquellos cuya existencia los condenaba a morir, convirtió un viejo templo hindú en el Hogar para Moribundos Kalighat, la Casa del Corazón Puro, que recibía a todos los que llegaban a él para morir en dignidad, con atención médica y de acuerdo con su fe. Los musulmanes leían el Corán, los hindúes recibían agua del Ganges, y los católicos tenían también su espacio. Su imagen frágil, con su túnica blanca y dos bandas azules, atravesó el mundo con este mensaje reclamando ayuda y compasión por todos los que necesitaran salud, comida o un lugar donde expirar. Esta campaña la lleva a ser distinguida, en 1979, con el Premio Nobel de la Paz.
Nos legó su concepto del amor: “Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor”. Con este lema transitó su vida hasta que falleció, el 5 de setiembre de 1997, a los 87 años. Fue reconocida y amada por sus obras y elevada a los altares en 2003 cuando fue beatificada por Juan Pablo II. Le correspondió a Francisco, el 4 de septiembre de 2016, declararla santa. Hagamos el ejercicio, cada uno desde donde pueda y quiera, de acercarnos a quien nos necesita, veamos a nuestros hermanos en sus dificultades. Al desprotegido en su fragilidad. Al enfermo en su urgencia. Al que vive en soledad, ofrezcámosle nuestra palabra o contención.
Hay un país asolado por todo tipo carencias, fruto de latrocinios y malas prácticas. La tarea de reconstruirlo convoca a los políticos, pero las grandes fuerzas morales y creativas de cada argentino harán el milagro de refundarnos, para vivir en una mejor república. No depende de un presidente. La solidaridad la poseemos. Usémosla cuanto y como podamos.